El culto a la violencia, y la apología de lo miserable
por Alejandro Olmos Gaona Es cierto que el pueblo argentino se hartó de una dirigencia política que no lo representaba. Un conjunto de mediocres, incultos, negociadores de cualquier cosa. Los que integraron el poder Legislativo, salvo excepciones, no escaparon a esta caracterización, permitiendo en la mayoría de los casos que ese Poder se convirtiera en […]
por Alejandro Olmos Gaona
Es cierto que el pueblo argentino se hartó de una dirigencia política que no lo representaba. Un conjunto de mediocres, incultos, negociadores de cualquier cosa. Los que integraron el poder Legislativo, salvo excepciones, no escaparon a esta caracterización, permitiendo en la mayoría de los casos que ese Poder se convirtiera en un apéndice del Poder Ejecutivo. Se cambió el servir a la política por el servirse de ella, y eso determinó que fueran despreciadas las ofertas electorales de fines del año 2023, lo que llevó a que se produjera uno de los equívocos más sorprendentes desde que la democracia se instaló en diciembre de 1983.
Más allá de todo lo que se puede señalar de esa dirigencia política, haber elegido a Milei pone en evidencia uno de los actos de mayor irresponsabilidad que hayamos conocido en nuestra historia política. El Milei de hoy, insultador, descalificador, violento, negacionista, misógino, arbitrario, dictatorial, abusivo, y una larga serie de adjetivos exactos para definirlo, es el mismo que apareció en los medios hace años, el mismo que fue votado como diputado, el mismo al que cierto periodismo entronizó de todas las formas posibles para saturar mentes, relativizando algunas desmesuras que ya eran bien evidentes hace años y mostraban su carácter atrabiliario e intolerante. Es por eso que ninguna de las personas que lo votó puede hacerse la desentendida.
La ingenuidad de algunos, por llamarla de alguna manera, podía hacer suponer que el ejercicio del poder lo moderaría un poco, pero, al contrario de lo que se pensaba, los peores aspectos de su frustrada personalidad se fueron poniendo cada vez más de manifiesto. El dictado de un DNU (70/23) arrogándose facultades extraordinarias fue el primer paso: que se decidiera a gobernar a puro decreto, sin importarle el ordenamiento jurídico, pisoteando la Constitución y las leyes. Su omnímoda voluntad es lo que determina todas las funciones del gobierno, mientras la comparsa de obsecuentes ministros y funcionarios acompaña y justifica. Con dos laderos fundamentales, su hermana Karina y un pendejo arrogante como Santiago Caputo, que para evitar responsabilidades sobre las tropelías que comete a diario no ha querido tener responsabilidades oficiales, no firmando aquellas decisiones que él instrumenta, sino que las transfiere a otros, teniendo la modesta función de asesor contratado. Desde allí nombra a diestra y siniestra a quien se le ocurre, manipula a funcionarios, gobernadores y legisladores, ejerce una cuasi suma del Poder con el aval presidencial, que siempre está listo para respaldarlo.
Aunque la violencia con la que ejerce el cargo de presidente estuvo presente desde el primer día, y su desprecio a las instituciones también quedó de manifiesto al asumir, en los últimos tiempos ha crecido, y tuvo su mayor expresión estos días, no solo defendiendo a ese otro sujeto, que lo único que le interesa es acumular dinero y poder como Elon Musk, sino en su discurso en el foro de Davos y en decisiones que se piensan instrumentar. Al final de su tuit sobre Musk dijo: “No sólo no les tenemos miedo. Sino que los vamos a ir a buscar hasta el último rincón del planeta en defensa de la LIBERTAD. Zurdos hijos de puta tiemblen”. Una expresión violenta y miserable respecto a toda persona que no piense como él, que habla de una libertad que es sólo para ricos y poderosos, y que el que no tiene esas posibilidades no puede ser libre en un régimen que todo lo subvierte. Una clara amenaza impropia de un jefe de Estado. Pero esperar moderación de sus expresiones es una tarea imposible porque cada vez va por más.
En Davos, vomitó contra el feminismo, el pensamiento crítico, los homosexuales, los defensores del ambiente y del clima, las personas trans, las lesbianas, la ideología de género, el aborto, con un lenguaje furioso y desatado donde no se salvó la Unión Europea, ni los propios anfitriones. Mintió descaradamente sobre el ser homosexual, acusando de pedofilia a los que defienden la ideología de género. Anatematizó la diversidad, la inclusión, la ecología, utilizando argumentos falaces para justificarse. Tanta inmundicia discursiva fue oída por muy pocos porque la mitad del salón estaba desierto, pero puso en evidencia la clase de sujeto que es el presidente de la Argentina. Cualquier persona tiene derecho a discutir sobre determinadas ideas con argumentos, pero no a usar expresiones degradantes y calumniosas, y tampoco tiene derecho a calumniar a los que tienen otras opciones sexuales, diferentes a aquellas en las que él cree.
De quien se arrodilla ante el Dios MERCADO, y sostiene que la justicia social es una aberración, y hay que terminar con libertades que costó décadas conseguir, porque solo valen las que sostienen mentirosos seriales violentos y violadores de la ley como Trump y otros similares, nada se puede esperar, y esto muestra que días muy oscuros le esperan a la Argentina. Ni hablar del negacionismo que Milei cultiva con esmero, lo que no debe asombrar, ya que todavía hay especímenes que todavía niegan el Holocausto, contra toda evidencia documental y fílmica.
Un país no sólo funciona con baja inflación y superávit, sino fundamentalmente con el respeto a la ley y a las instituciones. Donde se respeta la diversidad de la otra persona, y no se la descalifica, donde se respeta el derecho de decidir que tiene cada persona sobre sí misma. Donde la riqueza se reparte con justicia, especialmente a aquellos que la generan, y no a los especuladores y los financistas que lucran con el trabajo ajeno.
Podría seguir mostrando cómo la deuda pública sigue aumentando, habiendo excedido ya los 470.000 millones de dólares, la gigantesca pérdida de puestos de trabajo, el cierre de pymes, la caída del consumo y otras, pero es de todos conocido, lo que pone en evidencia que los logros económicos de este gobierno están acotados a la baja de la inflación, ya que el superávit se obtuvo mediante postergación de pagos, alquimias numéricas diversas, licuación de salarios y jubilaciones, etc., pero esto ya es muy largo.
Solo me interesa llamar la atención sobre la peligrosidad del sujeto que tenemos al frente del gobierno y las consecuencias que sus acciones pueden tener respecto a los derechos adquiridos, que pueden ser arrasados a través de nuevos decretos de necesidad y urgencia.
También me preocupa una sociedad que parece anestesiada, y que la baja de la inflación ha conformado llevándola al extremo de guardar silencio ante las agresividades y violencia de Milei, producto seguramente de frustraciones que vienen desde su niñez, cuando su padre lo molía a golpes, y que hoy se desquita con todos aquellos que se le oponen a sus planes.
Este gobierno significa una nueva frustración para nuestro pueblo, y algo tenemos que hacer. Por lo menos no callarnos, no guardar silencio y cuestionar toda medida arbitraria e injusta de un gobierno que pareciera no tener límites para destruir todo aquello que se le oponga.
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